mercoledì 12 agosto 2015

MANUEL BLANCO ROMASANTA LOBIS-MULLER


El hombre lobo de Allariz no era hombre.
Según la tradición gallega un hombre puede transformase en lobo por maldición, pero las lobis-mulleres eran lobas por su condición. Las mujeres nacidas en nochebuena, viernes santo o la séptima de una familia con solo hijas mujeres nacen siendo mujeres-lobas.
Manuela Blanco Romasanta fue inscrita en la iglesia se su aldea un día de los principios de noviembre, un mes en el cual la Santa Campaña suele pasearse por los calles y llevar a cabo bromas impunes. El destino le brindó la suerte de tener dos vidas, mejor, tres. Niña en la infancia, reconocido hombre desde los ocho años de edad y loba o perra  cuando mataba de manera salvaje.
Tejer lana teñida de rosa es, sin duda, tarea enojosa si en el pueblo te llaman la bruta y hasta tu misma te encuentras peluda.
Finalmente tras años de rezos y conjuros el día pareció menos oscuro cuando el milagro se obró, frente a su hija desnuda para el baño, la pobre María soltó un chillido y fue a buscar al cura que nada más entró dictaminó la sentencia de libertad: «Desde ahora serás Manuel, que nos perdone Dios por mal interpretar su querer.»
Los lazos, los chismes y las chacharas fueron huella imborrable de su vida de mujer, tanto que las mejores prendas de las victimas, en venta en su manta de buhonero junto con peines, aretes y otros tipo de quincallería femenina, le costaron ser descubierto.
Tenía talento para enamorar a las mujeres, les ofrecía cercanía, un trato igualitario (su tamaño ciertamente no le permitía ganarse el respeto con la fuerza) y les hacía creer que podía proporcionarles una vida mejor, por las aldeas era visto como un principe azul de uñas sucias. El pobre ya no sabia si la maldición fuera ser loba o ser todavía mujer, la mayoría de sus víctimas pasaron q ser tales después de un periodo de existencia simbiotica, de concubinado, en el cual su hermafroditismo iba reificandose. Tal vez sus crímenes eran planificados en las noches sin luz cuando su esperanza de ser hombre verdadero menguaba a la vez que aumentaba las risas de las mujeres frente a su clitoris  enorme (casi todas sus víctimas  ya habían conocido hombre) y no podía permitir que éstas esparciesen habladurías y que su llegada a las aldeas ya no fuese acogida con alegría sino con puertas cerradas a cal y canto.
¿Quién dudaría que el hombrecillo que pasaba sus días tejiendo a la vera de las mujeres, cotilleando con ellas  y soltando las mismas risitas agudas fuese en realidad una mujer barbuda?
La intranquilidad de ser descubierto y la frustración freud¡ana le causaban periodos de monomanía durante los cuales,con extrema lucidez, les prometía trabajos bien remunerados y él se encargaba de vender/expoliar los bienes de Ia víctima.
¿Era realmente lobo o  simplemente sabía que ésa escusa le salvaría del garrote? ¿Estaba tan enamorado del dinero como para ser capaz de sacar la grasa de sus victimas y venderla? ¿Cómo se explica que un hombre de su tamaño pudiera despedazar a una persona? Nunca habría que desestimar un acto sexual durante largo tiempo reprimido vengando una  vida de lucha contra una naturaleza ostíl en un mundo hecho de superstición.
Si había de ser monstruo, mejor ser un asesino en serie y pasar a la historia, que ser un engendro simple hazmerreír de pueblo.
Murió de cáncer estomacal o traspasado por un proyectil de plata disparado por una recluta curiosa. La historia tardó más de un siglo en descubrir su secreto, con lo que le costó revindicarse como Manuel.

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